cuánto vale una idea

¿Cuánto vale una idea?

Tenemos la suerte de estar rodeados de personas brillantes que confían en nosotros para contarnos sus magníficas ideas. Pero hay que hacer distinciones. Por un lado, están esas ideas relacionadas con la creatividad y el marketing del día a día. Pero por otro lado, fuera de la agencia, amigos y familiares comparten con nosotros sus planes de negocio a cambio de una opinión, lo que nos ha llevado a plantearnos: ¿cuánto vale una idea?

En el segundo caso, la respuesta fácil es dar la valoración personal, que es la que se nos pide. Nosotros siempre decimos que la idea es buena si hemos aprendido algo nuevo. Pero esta respuesta a veces no vale y toca ser más específicos. Sobre todo cuando estamos delante de un emprendedor, circunstancia que parece que va a ser cada vez más habitual si atendemos al I Estudio de Transformación Digital realizado por Territorio Creativo y The London School of Economics.

Según este informe la mitad de las empresas no están capacitadas para enfrentarse a la transformación digital. O lo que es lo mismo, en este país, el 50% de los empresarios no atiende adecuadamente las necesidades digitales de sus clientes, lo que hace surgir numerosas oportunidades para aquellos emprendedores que sí quieran hacerlo. Tal y como justifica Antonio Cantalapiedra, CEO en España de MyTaxi, las ideas surgen de los problemas sin resolver.

Aunque para no engañar a nadie, debemos decir que las ideas de los emprendedores no significan nada si no se ponen en marcha. Lo que equivale a decir que hasta que no se invierte en las ideas estas valen exactamente 0 euros.

El precio de una idea

Invertir equivale a dotar a la idea de una estrategia, de un equipo de personas capaz de ejecutarla y, lo más importante, de recursos financieros. Al principio, el propio emprendedor se hace cargo de todo y se financia mediante las 3 F’s: “Friends, Family and Fools” (amigos, familia y locos). A partir de este momento ya no se habla de tener una idea, sino de tener una startup, o una empresa emergente. En consecuencia, la pregunta ahora es ¿cuánto vale una startup?

Pues bien, la respuesta es obvia, una startup vale lo que estés dispuesto a invertir en ella. Y quienes se muestran más abiertos a invertir en una startup suelen ser los venture capital y los business angels.

Estas dos fuentes de financiación se integran en el capital de la startup esperando altos rendimientos en el medio plazo, pero se diferencian entre sí en que los venture capital invierten fondos de terceros principalmente en empresas de base tecnológica, mientras que los business angels aportan su propio dinero en proyectos que además puedan motivarles a nivel personal pues acaban involucrándose de una manera más directa en los mismos (aportando su conocimiento y experiencia, por ejemplo).

Dieter Staib, business angel y consultor en Oliver Wyman, no se anda por las ramas y asegura que él invierte únicamente en startups con proyectos que (1) resulten relevantes, (2) sean diferentes, (3) le suministren un “chute de emoción”, y (4) le permitan ganar dinero.

Para cuantificar el dinero que se espera ganar, tenemos que realizar algunas hipótesis financieras. Así que debemos proyectar balances, cuentas de pérdidas y ganancias, estados de flujo de caja o estimaciones de inversiones. Además, debemos calcular paybacks (años necesarios para recuperar la inversión), valoraciones por múltiplos (comparativa con empresas similares), o Tasa Internas de Rentabilidad (TIR, que deberían estar entre un 30 y 60%). Eso sin hablar del Método de Capital Riesgo (VC Method) o el Método de First Chicago o Golder.

Ahora bien, estos cálculos no evalúan la relevancia ni la diferenciación del proyecto, y mucho menos el “chute de emoción”. Así pues, hay que completar los números con un impactante plan de empresa (business plan). Este plan, que viene a ser como el curriculum vitae de la startup, debe recoger tres puntos fundamentales:

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Es muy importante explicar en el plan de empresa nuestra ventaja respecto a la competencia, y el beneficio que obtendrá el usuario (justificado con datos y documentación objetiva que demuestren el interés de los clientes en adquirir y pagar por ese beneficio). Además, el plan debe estar pensado para mitigar las dudas del inversor, de modo que no solo se ofrezca una alta rentabilidad, sino también se expliquen los métodos de salida de la compañía para que los inversores se retiren y recojan sus beneficios a medio plazo.

Llegados a este punto, hemos convertido “la idea” en una empresa emergente con su business plan y sus estimaciones económicas. Lo que debe estar perfectamente empaquetado para resultar atractivo pues –¡ahora sí!– ha llegado el momento de plantarnos delante del inversor y preguntarle mirándole a los ojos: ¿cuánto vale una idea? O mejor: ¿cuánto me das por un trozo de mi idea-startup?

Pero atención, al igual que pueden existir diferentes ideas-startups por la parte emprendedora, por la parte inversora también hay diferentes perfiles. Dicho de otro modo, un proyecto puede resultar muy atractivo para un business angel concreto pero aburrido para otro.

Por ejemplo Dieter Staib se decanta por proyectos relacionados con la autoedición, mientras que la firma Demeter Partners se posiciona como la primera sociedad de gestión independiente en el sector de los fondos cleantechs.

Por lo tanto, debemos centrarnos en el inversor que mejor encaje con nuestra idea, y cruzar los dedos para no formar parte de la estadística de fracasos.

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Si todo va bien y logramos el interés del inversor, lo primero que debemos hacer es asombrarnos ya que formamos parte de una minoría. Como referencia, apuntar que el valor de las operaciones semilla en España fue solo de 65 millones de euros durante 2014, lo que equivale a un escaso 2% del total de las operaciones de capital riesgo realizadas en este país.

Lo segundo que toca es empezar a hacer papeles. Por un lado se realiza la Due Diligence, que viene a ser como una inspección de la startup para confirmar que todo lo que se ha reflejado en el plan de negocio y en el plan financiero concuerda con la realidad. Este proceso, que suele durar entre uno y tres meses, implica desde estudios de mercado, hasta auditorías de todo tipo: cuentas, fiscal, legal…

Al tiempo que se realiza la Due Diligence, se redacta el Term Sheet o términos del acuerdo. En este documento se especifica el precio real que el inversor está dispuesto a pagar (número de acciones y su valor), y se concretan los consejeros, las condiciones finales antes de dar el OK a la inversión, el derecho de veto, los plazos, formas de salida, y otras cláusulas para proteger al inversor (drag-alone / tag-alone…).

Si todo va bien y conseguimos el visto bueno significa que alguien está dispuesto a pagar por la idea. Así que empieza el trabajo de verdad, o sea conseguir en 3 o 5 años un alto rendimiento para que los inversores puedan recuperar todo lo invertido y dejar la compañía llevándose la parte proporcional de sus beneficios.

Así pues, ahora nos toca empezar a conseguir clientes y vender. Debemos agrandar la empresa a toda velocidad, y si fuera necesario (que lo será) pensar en conseguir más inversores y emprender en nuevas rondas de financiación procurando evitar diluirnos (o perder el control de la sociedad) en el transcurso de cada nueva ampliación de capital.

Llegados a este punto, la idea-startup se valora de distintas formas. Existe una valoración “Pre-Money” (valor de la empresa antes de la ronda de financiación), valoración “Post-Money” (valor de la empresa después de la entrada de los fondos de la actual ronda) y “Carried Interest” (valor generado para los accionistas de la anterior ronda). Y si hay suerte ya no será un venture capital si no un private equity quien quiera comprar la idea-startup porque se habrá convertido en una inversión más segura y estable.

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Todo esto que contamos aquí nos lo ha explicado Teresa Corrales del departamento financiero de ESADE, pues nunca hemos llegado tan lejos en búsqueda de financiación.

Entendemos que contar con este tipo de fuentes es muchas veces la mejor opción para crecer. Se nos ocurren dos ejemplos claros: uno sería una idea de negocio radicalmente diferente con ingresos recurrentes que necesita capital para lograr rápidamente una cuota relevante de mercado; otro ejemplo consistiría en una empresa que requiere financiar costosos procesos de investigación durante largos periodos de tiempo antes de obtener ingresos.

De todos modos, pensamos que la mayoría de los emprendedores pueden también emplear soluciones más convencionales como los préstamos ICO, o los préstamos participativos de ENISA. Dos alternativas que probablemente no hagan de tu vida un infierno si no alcanzas retornos del 40% en el corto plazo.

Si quieres ampliar información sobre estos temas y reflexionar sobre cuánto vale una idea, no podemos dejar de recomendarte esta obra:

cuánto vale una idea en el mundo de los emprendedores

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